Los alpinistas catalanes Bru Busom y Marc Toralles terminaron el pasado mes de julio la vía que empezaron en 2019 con Roger Cararach en el Siula Grande. Se convirtió en la 1ª escalada a la pared este del Siula Grande, la bautizaron como Ànima de Corall, y los datos fríos fueron 1.100m, 7b, A3, AI5, M6.
Datos fríos, porque es difícil imaginarse la precariedad que supone una escalada así. Terreno muy comprometido, frágil, en el que los números orientan, pero no muestran lo fundamental. Al fin y al cabo, de eso, de lo que no muestran los números, va el alpinismo.
Nos lo cuentan ellos.
Ànima de Corall. 1ª escalada de la cara E del Siula Grande. Por Bru Busom y Marc Toralles
Esta aventura empezó el verano de 2019. Entonces, Bru Busom, Marc Toralles y Roger Cararach intentamos por primera vez la escalada de la cara este del Siula Grande.Aquel verano pudimos aprender mucho de la montaña que planeábamos escalar. Encontramos una buena ruta para llegar a pie de pared, cosa que no teníamos nada clara, y además fuimos capaces de superar una buena parte de las dificultades del muro.
Una caída de piedras, cosa que hasta ese momento nos había parecido algo anecdótico, aunque ya habíamos recibido algún aviso, nos hirió y nos hizo alejarnos de la pared. Pero nos fuimos a casa contentos. Con un sueño pendiente de realizar al año siguiente y una buena experiencia que nos facilitaba muchísimo la logística para la próxima visita.
Sin embargo, llegó la pandemia, el verano de 2020 no pudimos viajar, y aplazamos la escalada para 2021. Tampoco pudo ser; Marc y yo sufrimos sendos accidentes que nos apartaron de la montaña por un largo tiempo. Así hasta esta primavera, cuando vimos que teníamos la oportunidad de volver. Pero sería cosa de dos: Roger iba a ser padre por primera vez, y se quedaba en casa.
Verano 2022
Después de muchas y largas horas de viaje, Marc y yo nos encontramos directamente en Perú, en Carhuacocha. Él viene de Huaraz, había volado 3 días antes para hacer las compras necesarias, preparar las cosas del campo base e ir aclimatando un poco por su cuenta. Continuamos juntos el viaje, ya solo nos quedan unas 7 horas de autobús hasta llegar a Queropalca, el pueblo de entrada a Huayhyash.Al día siguiente, con prisa en el cuerpo, partimos hacia el campo base. Marc va a caballo, todavía tiene el pie tocado, así lo tendrá descansado y podremos hacer un porteo para acelerar la aclimatación. Marc viene a la expedición después del accidente que le ha apartado de la montaña durante un año y medio, y va a ser la primera vez que haga alpinismo. Ya había empezado a hacer bicicleta y algo de deportiva, pero todavía no ha tenido tiempo de ir a Montserrat.
Mucha gente me preguntó por su estado. Dudaban de que estuviese al nivel físico que requería la actividad que afrontábamos. El esfuerzo que tuvo que hacer para recuperarse había sido enorme y, por eso, ya valía la pena probar. Creo en su ilusión, y creo que nos podremos adaptar a sus limitaciones y ser una cordada eficaz. Sí, confío en él y en mí, estamos preparados para el reto que nos hemos propuesto.
Se suma todo y la aproximación resulta compleja, y nada evidente.
Después de un par de días de descanso, aprovechando para recibir las clases de cocina de Carlos y para hacer bloque junto a la tienda, nos sentimos de nuevo con ganas de volver a la montaña. Hacemos un segundo porteo de aclimatación.
Día 1
La meteo es algo dudosa, y partimos sin tener muy claro el objetivo del día. Tardamos 7 horas en llegar a la base de la pared. A pesar de que ya no le da el sol, aún caen algunas piedras. Le echamos valor y subimos hasta el inicio del primer largo, que está protegido por un desplome. Decidimos que es el momento de empezar a escalar.El primer largo es una fisura muy atlética de 6c que nos acerca al inicio de las debilidades del desplome. El segundo largo sigue un diedro que cuesta mucho proteger, ya que la roca es muy compacta. Será un 7b aproximadamente. Lo encadenamos y bajamos a montar el vivac en la repisa de los italianos.
Ya dentro de la tienda miramos la meteo. Nos marca muchas nubes, pero sin precipitación. Pensamos que, si está tapado, si hay menos sol, caerán menos piedras y, además, no ha sido dramático escalar a la sombra. Decidimos que éste es el intento bueno. Mañana partiremos hacia arriba.
Día 2
Remontamos las cuerdas hasta la segunda reunión y Marc comienza a escalar. El tercer largo es un diedro técnico de 7a. Comienzan a llover piedras, y me cubro con los petates mientras aseguro. Dan mucho miedo, estamos protegidos ya que escalamos en diagonal y la propia pared nos tapa, pero las piedras son grandes y caen cerca. Finalmente salvamos el largo.En el siguiente continúa la misma tónica. Estamos cagados, y dudamos en todo momento de si realmente estamos en donde queremos estar. Pero al empezar otro largo entran las nubes y la caída de piedras se para en seco. ¡Salvados! Ahora toca el largo que había abierto Roger hace 3 años. Un largo de placa de 40 metros que apenas se deja equipar. Me cuesta mucho, vibro fuerte pero mantengo los nervios mientras navego por aquel inmenso mar de roca con los seguros lejos bajo mis pies. Lo encadeno y, tras dos largos de nieve, llegamos a un buen sitio para un buen vivac, justo bajo la sección de artificial.
Día 3
El día sale cubierto. Casi no cae nada de arriba, y eso es decisivo. Debemos cruzar por el embudo en donde nos impactó la piedra que hirió a Roger en 2019. Marc escalará todo el tramo de artificial, es el más eficiente en ello. Lentamente va subiendo, colgado de los estribos, mientras se acerca al punto decisivo, al lugar donde nos quedamos hace 3 años. Al final supera el paso y unos segundos después le oigo gritar “¡Reunión”.Todo lo que venga a partir de ahí será terreno nuevo.
Al final, encontramos la vira y pasamos la noche ligeramente cobijados dentro de una cueva.
Estamos en donde queríamos estar.
Día 4
Dejamos todo el material que no necesitamos para subir más ligeros y después de dos largos muy buenos nos plantamos en las rampas superiores.Escalamos una terrazas muy descompuestas en donde nos cuesta protegernos. La única solución que encontramos para superarlas es buscar las aristas de nieve verticales que superan los diferentes muros.
Justo en la última terraza decido poner una estaca y de repentes...¡BUM! Se me escapa el piolet de la mano y cae pared abajo. Lo he perdido. Soy capaz de tranquilizarme y de no darle la importancia que verdaderamente esta pérdida implica. Es el momento más crítico de la aventura. Se está haciendo de noche y no vemos ningún sitio para montar un vivac. Estamos bastante cansados y no sabemos cómo hacerlo para salir de la pared.
Día 5
Nos cuesta un buen rato prepararnos para seguir. Finalmente, salimos hacia el primer resalte, y poco a poco superamos toda la arista hasta llegar al último serac; con una buena petada de brazos conseguimos superarlo.Vemos la cima muy cerca e intuimos la huella de los suizos que subieron hace dos semanas. Busco una línea por encima de los seracs para llegar a su traza. Asciendo poco a poco, atravieso una grieta, luego otra, destrepo una cornisa y ¡PAM! El corazón se me encoge. Mierda. Tengo los pies en el fondo de una grieta pero...me ha vuelto a pasar. Otra vez con esta sensación: mi brazo mira para atrás. He vuelto a luxarme el hombro.
Sé como hacer la maniobra para recolocarlo. Así que, desde dentro de la grieta, busco tocar la rodilla y...blub. El hombro vuelve a recolocarse. Ha estado 20 segundos fuera, que se me han hecho eternos. Los suficientes como para saber que estábamos en un buen lío, teniendo en cuenta en dónde estamos.
Continúo escalando como si no hubiera pasado nada. Decido ignorarlo y continuar traccionando del piolet. Al fin y al cabo, solo queda una rampa de unos 100 metros de 60º para llegar arriba. Paramos, le explico el accidente a Marc, me da una pastilla para bajar el dolor y continúa hacia la seta cimera.
Pero no sé vivir recordando lo pasado. Ahora estoy aquí. El corazón me explota. Ahora me siento pleno. Me vuelve la alegría. Miro a Marc levantando el piolet y continúo llorando. Me gusta llorar. Es muy intenso. Escucho llorar a Marc. Me alegra poder estar aquí con él. Nos abrazamos fuerte y lloramos juntos. Le doy las gracias por todo. Siempre ha confiado en mi. Gracias a él he podido vivir estas experiencias, me ha enseñado a vivir la vida para disfrutar de estos momentos. Esto no tiene precio, son cosas que solo te las puede dar una sincera y fuerte amistad.
Una bajada compleja, luchando en todo momento contra el dolor del hombro y recorriendo toda la Ànima de Corall, culmina la experiencia más intensa que jamás hemos vivido.
El esfuerzo y las ganas de vivir el presente nos han permitido saborear una plenitud mágica, que procuraremos buscar en otra aventura.